La chamán de la tierra levantó sus manos, y el suelo tembló en respuesta.
Un profundo retumbar resonó por el claro mientras la tierra se agrietaba y se movía.
Miguel observó mientras la chamán de la tierra se concentraba, su magia hundiéndose en la tierra.
Un momento después, el suelo se hundió hacia adentro, formando un pozo masivo.
El proceso no fue instantáneo—tomó tiempo para que la chamán desplazara cuidadosamente la tierra, asegurándose de que el hoyo fuera lo suficientemente profundo y ancho para acomodar la inmensa cantidad de cadáveres.
Los orcos armados permanecieron en silencio.
Miguel se tomó un momento para examinar el hoyo.
Tenía al menos diez pies de profundidad y era lo suficientemente ancho para acomodar toda la pila con espacio de sobra.
Miguel asintió en señal de aprobación.
—Bien —murmuró.
Ahora venía el siguiente paso.
Se volvió hacia la chamán del fuego.
—Quémalos.
Sin dudarlo, la chamán levantó sus manos, y las llamas surgieron de sus palmas.