Miguel fue una vez más conducido y atendido en la sala de estudio.
Afortunadamente —o quizás desafortunadamente— la joven hija de la Familia Oro, Seria, no estaba presente para entretenerlo esta vez.
El mayordomo, después de ofrecer una respetuosa reverencia y asegurarse de que Miguel estuviera cómodo, se marchó rápidamente para cumplir su tarea.
Al poco tiempo, un rostro familiar atravesó la puerta.
Era el Maestro Yuan, el asistente personal del Mago Lian.
La presencia del hombre mayor era tan serena como siempre, sus túnicas perfectamente arregladas y su expresión tranquila. Sus ojos penetrantes se encontraron con los de Miguel, un destello de reconocimiento pasando a través de ellos.
—Señor Mic —saludó el Maestro Yuan con una leve inclinación, su voz uniforme y suave como el cristal.
—Maestro Yuan —respondió Miguel, poniéndose de pie—. Supongo que no nos quedaremos mucho tiempo.