—Así es, más te vale entender mi punto, mujer.
—Solo para aclarar, si otro hombre pide tu mano, ¿qué haces?
—Le digo que no me siento cómoda, que se vaya al diablo, o que estoy enferma, dependiendo de la situación. Si las inseguridades de mi querido Maestro pueden soportarlo, esta humilde servidora preferiría no decirle al rey que se joda. Bueno, me encantaría hacerlo, ya que jugó un papel en mi esclavitud, pero entiendes el punto. No sería inteligente. Me vengaré a su debido tiempo.
Pongo mi mano sobre su hombro y la abrazo cerca. Bueno, tan cerca como físicamente lo permite la bella durmiente en mi regazo. Sé cuánto sufre Ayame todavía, y seguirá sufriendo, por la injusticia cometida contra ella.
—Tienes toda la razón, el dulce sabor de la venganza no eludirá tus labios, Ayame.
Ella cierra los ojos y finalmente acepta mi abrazo, luego acurruca su cabeza en mi pecho.
—Gracias... Aprecio tu apoyo más de lo que probablemente te das cuenta.