En el momento en que entro al área común, me recibe una vista que me hace estallar en una risa burlona.
Mis supuestos subordinados están tirados en el suelo, vomitando, gimiendo y apenas funcionando. Es quizás la escena más patética que he visto en mi vida. Se agarran el estómago, algunos vomitando en cubetas, otros simplemente tirados ahí, gimiendo de dolor. Sus rostros están pálidos y parecen haber pasado por el infierno. Algunos están de rodillas mientras se agarran la cabeza como si intentaran evitar que sus cráneos se partieran.
—¿Qué en nombre de la Diosa están haciendo ustedes diez degenerados? —gruño con un tono lleno de desdén mientras observo la lamentable escena que se desarrolla ante mis ojos. El hedor a bilis y enfermedad flota pesadamente en el aire, y la vista de estos tontos arrastrándose por el suelo solo profundiza mi disgusto.
Uno de los idiotas logra mirarme y veo que sus ojos inyectados en sangre están llenos de miseria.