El soldado intenta girar la cabeza para ver quién lo tiene a punta de espada, pero presiono la hoja un poco más fuerte contra su piel, lo suficiente para cortarlo, causando que una delgada línea de sangre se forme en su cuello.
—No te des la vuelta. Mantengamos este intercambio libre de sangre, ¿de acuerdo? Tengo algunas preguntas, y me vas a dar respuestas. No soy una asesina, así que si me gusta lo que escucho, solo te dejaré inconsciente y te dejaré vivir —miento con tanta naturalidad como respiro.
El soldado traga con terror pero asiente con la cabeza en señal de aceptación.
—Bien. Ahora, dime, ¿cómo terminaste en esta encantadora situación? ¿Qué sucedió?
Responde con voz temblorosa después de tragar un gran nudo:
—Yo... me desperté, desayuné y comencé mi turno. Todo era normal hasta que mis compañeros de escuadrón y yo empezamos a enfermarnos. Todos... todos comimos la misma comida en mal estado.