—Tienes razón... ¡Tenemos que hacernos fuertes y salvarlos! —dijo Aurora limpiándose las lágrimas. Luego me miró tímidamente—. En cuanto a tu pregunta, no, no quiero que reemplaces a mi padre. Yo... es muy vergonzoso admitirlo... ¿prometes no reírte?
—Claro —respondí seriamente.
Ella toma un respiro profundo, ordenando sus pensamientos - y valor - y comienza.
—Cuando tenía 8 años, desbloqueé la clase de Alquimista, lo cual fue un gran logro para una niña tan joven, tal vez incluso un récord, y mis padres también lo pensaban así.
—Empezaron a quitarme mis juguetes, se negaron a jugar conmigo por completo, y básicamente me trataron como una adulta, o una aprendiz prodigiosa trabajando bajo su tutela, no como su pequeña hija.