Ayame y yo intercambiamos una mirada y asentimos felizmente. Parece que ella ha llegado a la misma conclusión. Parece que Roberto también está en la cocina, está pelando patatas en el otro extremo de la habitación. Se le ve completamente deprimido, lo cual es totalmente comprensible, ya que su hermosa esposa desea separarse de él. Aunque, según el relato de Lucille, él no recibía mucho amor desde hace años, así que debería haber imaginado que esto llegaría en algún momento.
—Mavena, ¿cómo has estado? —hablo finalmente, alertándoles de nuestra presencia. Roberto se estremece al oír mi voz, probablemente algunos malos recuerdos están saliendo a la superficie al escucharme.
Las dos chicas giran sus cabezas y se voltean, luego comienzan a examinarme detenidamente.
Mavena, por su parte, se me acerca, comienza a picarme el estómago con su dedo índice mientras me mira y resopla molesta.