—¿Qué nos has hecho? —preguntó Cedric, aunque su tono era más curioso que otra cosa.
—Intenta adivinar. Me intriga saber qué piensas.
—Hmm... —comenzó a reflexionar mientras miraba sus pies—. Estaba dudando entre algún veneno y un artefacto, aunque nunca he oído hablar de unos tan potentes.
Selene no podía creer lo que oía. ¿Acaso este retrasado pensaba que estaban en una conferencia? ¿En un salón de clases? ¿Qué mierda le pasa?
—¡Deja los juegos y dinos qué quieres! —gritó histéricamente, antes de continuar con un tono más calmado—, somos hijos de miembros de alto rango del Consorcio, lo que nos hace prácticamente el equivalente criminal de un hijo de barón. Matarnos no te servirá de nada. Te ofrecemos 20 monedas de oro cada uno a cambio de nuestra libertad.
El hombre la miró como si fuera un payaso por segunda vez en el día, haciendo que su furia rugiera en su corazón, pero sabía que era mejor no gritarle profanidades así que se contuvo.