Recompensas

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—Hombres, el Maestro Quinlan está listo para recibirnos ahora —anunció Ronan.

Habían pasado unas horas desde que cesaron los lamentos de la mujer, y parecía que la tan esperada sesión de recompensas se llevaría a cabo. Habían trabajado lo más duro posible durante el último mes para recibir lo que fuera que quisieran.

Los esclavos siguieron a Ronan e Iselda, quienes los guiaron hasta la habitación más grande del edificio, su área común. Allí, sentado en un lujoso sofá - todos sabían que debió haberlo traído a través de esa extraña puerta mágica suya - estaba Quinlan. Detrás de él había numerosas presencias. La mayoría ya las conocían, siendo sus cuatro amantes. Además de ellos había tres más, una hermosa elfa, una guerrera de pelo rosa y un hombre de pelo negro.

Una vez que el grupo de poco más de 27 esclavos llegó - 20 trabajadores, 5 combatientes de bajo nivel, así como sus gerentes; Ronan e Iselda - y se pararon frente a él, el maestro comenzó.