—¿Quieres que lo conozca?
Gu An tomó un libro de la mesa y sonrió a Lu Jiujia.
Ya no le importaban los talentos ahora.
Pero como dice el dicho, «Los hombres no son plantas; ¿cómo pueden carecer de corazón?» Lu Jiujia tenía una gran relación con ese discípulo, considerándolo como propio, y quería buscar un mejor futuro para él, por eso había hablado.
Mirando la sonrisa de su hermano mayor, Lu Jiujia soltó una risa incómoda y aclaró su garganta.
—Realmente espero que puedas conocerlo, no solo posee un talento sobresaliente sino que también es muy diligente.
—Si ese es el caso, tráelo.
Gu An negó con la cabeza y se rió con desdén. Dejando de lado la relación entre hermanos, Lu Jiujia había estado trabajando para él incansablemente durante muchos años; ¿cómo podría no darle algo de cara a este joven?