Corría por el bosque. Estaba oscuro y silencioso. Solo se escuchaban los sonidos de mis pies crujiendo en la nieve y mi respiración esporádica. De vez en cuando miraba por encima de mis hombros, viendo las sombras acercándose.
Llegué a un claro y al instante me di cuenta de dónde estaba. El acantilado. No quería estar aquí. Aquí es donde sucedió. Me di la vuelta para escapar pero era demasiado tarde. Estaban aquí.
La figura oscura se materializó en Isaiah. Caminó lentamente hacia mí y yo reflejé sus pasos, retrocediendo. Una sonrisa espeluznante se extendió por su rostro y sus ojos verdes se clavaron en los míos. Espera, ¿sus ojos? Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando empezó a reír.
—Empiezo a pensar que disfrutas siendo arrojada de este acantilado —dijo Isaiah mientras me empujaba hacia el borde.
Busqué una salida pero me di cuenta de que ya estaba cerca del borde del acantilado. Miré hacia el abismo. Pensé que mirarlo fijamente podría despertarme de este sueño.