Alex bajó las escaleras tambaleándose, sus sentidos abrumados.
Cada sonido, cada aroma, parecía intensificado, enfocado en un único impulso primitivo.
Su mirada se dirigió al sofá donde Alice estaba sentada, absorta en la televisión.
Ella levantó la vista, una sonrisa se extendió por su rostro cuando lo vio.
Esa sonrisa era un faro, atrayéndolo con una fuerza irresistible.
—Hola —dijo ella.
—Hola... —La palabra se le atascó en la garganta, incapaz de formar una respuesta coherente.
Sus ojos se fijaron en los de ella, una tormenta formándose detrás de ellos.
Pudo ver la confusión parpadear en su rostro, reemplazada por una sonrisa curiosa y juguetona.
—Pareces un poco distraído —bromeó ella, poniéndose de pie.
Ella claramente también parecía querer tener sexo.
Antes de que pudiera hablar, estaba cruzando el espacio entre ellos, su mano extendiéndose para acariciar su mejilla.
Su piel se sentía como seda bajo su tacto, enviando un escalofrío a través de él.