Mientras Alex se encontraba frente al imponente Guardián de las Sombras, sintió el peso opresivo de su presencia sobre él.
La monstruosidad de cuatro metros se alzaba como una pesadilla hecha realidad, con una armadura de obsidiana dentada fusionada con sombra líquida, y runas carmesí pulsando a través de su cuerpo.
Sus ojos huecos y brillantes lo miraban fijamente, y sus garras alargadas goteaban una niebla corrosiva que siseaba al tocar el suelo.
Y en cuanto a los demás, estaban haciendo lo mismo de siempre.
Alice permanecía posada en un árbol cercano, con su arco tensado, mientras Aurelia se agachaba detrás de una formación rocosa derrumbada.
Sus manos temblaban mientras miraba al combativo Alex, su inferioridad pesando fuertemente en su mente.
Comparada con la fuerza y confianza de Alex y Alice, se sentía como una carga.
El gruñido profundo y gutural del Guardián rompió el silencio.
Alex apretó su daga y bastón con fuerza. —Veamos si eres tan duro como pareces.