—Aquí —Alice tocó algunos paneles, y 50 monedas de oro aparecieron en su mano, las cuales le dio a Alex—. Úsalas bien —sonrió.
—Gracias —Alex suspiró, aceptando las monedas.
Alice lo había descifrado al instante.
Alex no tenía los fondos para las [Cajas de Regalo del Destino], pero ella no dudó en intervenir.
Como alguien que a menudo manejaba los negocios de su padre, Alice no era ajena a la riqueza.
Cada moneda de oro que usaba era suya, ganada a través de decisiones cuidadosas y trabajo duro.
Para ella, ofrecer el dinero no era una carga, era algo que quería hacer.
Alex le dio un pequeño gesto de apreciación antes de volver su atención hacia Kars.
La emoción en la multitud estaba alcanzando su punto máximo, pero Alex permaneció tranquilo, su concentración afilada como una navaja.
Alex se acercó a Kars ya que estaba justo frente a él desde el principio, sin haberse movido de su lugar.