Grace aterrizó directamente en los brazos expectantes de Rune, su cuerpo suave entrando en contacto con el duro de él.
Fue como si él estuviera esperando que eso sucediera porque sus brazos inmediatamente rodearon su cintura y la inmovilizaron en su lugar, manteniéndola presionada contra él.
—¿Adónde crees que vas? ¿Olvidaste que soy yo quien tiene el poder aquí? No puedes irte hasta que yo lo diga —le recordó con esa voz profunda que hacía que sus dedos se curvaran. Y luego estaba esa mirada intensa en sus ojos que se sentía como lava ardiente contra su piel helada.
—Yo... debería irme —finalmente susurró las palabras, apenas logrando decirlas en primer lugar ya que su cerebro estaba completamente nublado por él y las cosas que le hacía sentir.
Sus dedos, que estaban presionados contra los hombros de él, se curvaron ligeramente alrededor de su camisa mientras intentaba calmarse. Pero resultó ser un intento inútil cuando escuchó su respuesta.