La lluvia solo se intensificó después del tifón. Caía implacablemente como si los cielos mismos estuvieran librando una guerra contra la Tierra.
Al llegar el trigésimo día, Grace esperaba que las tormentas finalmente comenzaran a disminuir, tal como había sucedido en su vida anterior. Pero esta vez, la lluvia no mostraba señales de detenerse. En cambio, se volvió aún más feroz debido al supertifón.
El país se estaba ahogando. Miles habían perdido sus vidas, e incontables más estaban heridos o desplazados de sus hogares. Pueblos y ciudades enteras estaban sumergidos, y los residentes se vieron obligados a huir a terrenos más altos o a apiñarse en estaciones de rescate superpobladas.
El gobierno estaba luchando con la misión de rescate. No había suficientes lugares para mantener a las personas rescatadas, los recursos estaban al límite, y las tormentas implacables estaban destruyendo o dificultando cada intento de ayuda efectiva.