Davian se movió ligeramente, haciendo que su hombro rozara la mejilla de ella. Grace inclinó la cabeza para mirarlo y encontró sus ojos ya fijos en su rostro. Había algo crudo en su mirada, algo que hizo que su estómago diera un vuelco y que su respiración se entrecortara.
—Grace —pronunció su nombre como una súplica, y su voz era áspera por la contención.
—¿Sí? —respondió ella suavemente, con su propia voz apenas por encima de un susurro.
Sus ojos se desviaron hacia sus labios y luego de vuelta a sus ojos. Ella vio la guerra que él libraba dentro de sí mismo: la vacilación, la duda, la necesidad. Y entonces, como si alguna fuerza invisible lo empujara hacia adelante, él se inclinó.