Esperanza Perdida

Como el fin oficial del mundo no cambió nada en absoluto, el mundo continuó como de costumbre.

Esta mañana en particular, la tormenta se calmó después de dos largas y frías semanas. Los cielos permanecían cargados de nubes grises, pero los vientos aullantes habían cesado, dejando un silencio inquietante a su paso. Esta frágil calma fue suficiente para que las personas reunieran el valor de salir. El hambre y la desesperación los impulsaban, y aunque sus cuerpos estaban débiles, sus instintos estaban más agudos que nunca. No tenían otra opción.

Las calles, sepultadas bajo capas de nieve y hielo, ya no eran las vías bulliciosas que alguna vez fueron. Ahora, eran caminos traicioneros llenos de escombros, autos destrozados y los restos de un mundo que alguna vez prosperó.