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Grace no perdió tiempo y abrió inmediatamente los ojos, apartando su atención del escaneo. El rostro de Rune estaba pálido, y gotas de sudor brillaban en su frente mientras mantenía los ojos cerrados. Sus cejas estaban fruncidas en concentración.
—Rune, detente —dijo con firmeza y sus manos se apretaron alrededor de las de él—. Has hecho suficiente.
—Puedo continuar —respondió él, aunque su voz era débil, haciendo muy evidente su agotamiento.
—No, no puedes —insistió ella en un tono serio, sin dejar lugar a discusión—. Forzarte más no ayudará a nadie.
Sintió que él dudaba, y notó cómo presionaba sus labios en una fina línea. Pero cuando ella le dio otro apretón a sus manos, finalmente dejó escapar un profundo suspiro y abrió los ojos. Su agarre en las manos de ella se aflojó ligeramente, pero no las soltó.
—Bien —murmuró, aunque la comisura de sus labios se curvó hacia arriba en una sonrisa cansada—. Tú ganas.