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Sin embargo, incluso una civilización tan poderosa enfrentaba serios problemas.
Esto se debía a que todas las instituciones de la civilización eran imperfectas. Para mantener la unidad y continuar desarrollándose rápidamente, todo dependía del prestigio personal de esos pocos miembros del Consejo de Justicia.
En tales circunstancias, la rebelión de cualquier individuo podría provocar una inmensa destrucción.
Normalmente, aquellos capaces de ocupar tales posiciones habían sido probados en carácter y habilidad, y al menos era poco probable que se corrompieran en apenas unos pocos siglos.
Sin embargo, la contaminación de los Dioses Antiguos era completamente diferente.
Era irracional.
Una vez confirmada la corrupción, y si ocurría manteniendo la lógica propia, asestaba un golpe enorme al prestigio del Consejo de Justicia.
Amenazaba directamente la composición fundamental de toda la Federación de la Justicia.