La Hidra nunca anticipó este giro de los acontecimientos.
En un momento tan crítico, Jormungandr —una vez un monstruo como ella— ahora estaba ayudando a los humanos.
Su furia no tenía igual, pero un temor creciente también echó raíces en su corazón.
Las habilidades de Jormungandr eran perfectamente adecuadas para contrarrestar su cuerpo inmortal, lo que significaba que podía matarla aquí y ahora.
¡¡¡Rugido!!!
La Hidra abrió sus enormes fauces, desatando una tormenta de llamas rojo sangre en un intento de bloquear el acercamiento de Jormungandr.
Pero la forma de Jormungandr era casi etérea; estos ataques pasaban directamente a través de ella, sin causarle daño alguno.
Las llamas simplemente atravesaban su cuerpo, dejándola completamente intacta.
—¡Ja! ¿Crees que una simple imagen espejo puede detenerme? —se burló Jormungandr con desdén.
La Hidra se enfureció aún más, pero no había nada que pudiera hacer.