Las profundidades escaldantes y rojas del lago se asemejaban a un horno, con una bola de fuego de cientos de metros de ancho que irradiaba una luz cegadora. Las llamas danzaban sobre la bola de fuego, y la lava fundida surgía debajo de ella, enviando olas de calor abrasador por toda la Poza Celestial.
En el centro mismo de esta bola de fuego, una lanza dorada, forjada a partir de llamas, flotaba en silencio. Desde el punto de vista de Luca, parecía una enorme pupila vertical de un ojo carmesí, mirándolo directamente.
Luca incluso podía ver un destello que cruzaba la lanza, como si parpadeara como un ojo.
Una sensación de estar siendo observado inundó el corazón de Luca, y en ese instante, su cuero cabelludo se erizó con inquietud.
¡Esta cosa estaba viva!
Antes de que pudiera reaccionar, un rayo de luz dorada salió disparado de la lanza, dirigiéndose directamente hacia su frente.
—¡Boom!