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Luca no pudo evitar admitir que las palabras de Alfredo le hicieron darse cuenta de algo. Realmente no entendía el tipo de atractivo que el trono ejercía sobre las personas, suficiente para llevarlas a tal locura.
Pero francamente, no quería entenderlo. Sus ideologías eran demasiado diferentes, y no tenía sentido continuar la discusión.
Parecía que Alfredo había percibido el cambio de humor.
Suspiró profundamente. —No me queda mucho tiempo. Una vez que haya terminado de transmitir los detalles necesarios, entonces podrás actuar, si lo deseas.
Luca invocó la Lanza Divina Solar, su luz dorada proyectando un brillo brillante en su mano. —¿Crees que vine aquí solo por eso?
Mientras daba un paso adelante, una Llama Divina dorada lo rodeó.
Los guardias del palacio, que lo habían estado observando con cautela desde el principio, inmediatamente se movieron para bloquear su camino, sus rostros llenos de ansiedad.