Sin embargo, la sensación fue fugaz.
Para cuando pudieron reaccionar, el tono carmesí en los ojos de Luca había desaparecido por completo sin dejar rastro.
—Escóndanse. Hay un francotirador —dijo Luca en voz baja, desviando su mirada hacia un edificio residencial a más de un kilómetro de la villa. Sus ojos dorados brillaron con luz.
En un instante, sus pupilas se contrajeron. El paisaje frente a él pareció distorsionarse y cambiar, enfocándose nítidamente mientras atravesaba sin igual el kilómetro de distancia.
En la azotea de ese edificio, podía ver claramente al francotirador, agachado con un pesado rifle de francotirador, apuntando en su dirección.
Los dos cruzaron miradas a través de la vasta distancia.
El francotirador, al ver esos ojos dorados en su mira, no pudo evitar sentir un escalofrío recorrer su espina dorsal.
¡Qué individuo tan aterrador!
¡Poder detectar su posición desde tan lejos usando solo la Percepción!
Sin dudarlo, ajustó su puntería y apretó el gatillo.