Sebastián guió el camino hasta el último piso, la suite de lujo ultra presidencial.
Por eso Benson había hecho la pregunta.
—¡Te llevaré a una base ultra secreta! —dijo Sebastián.
Sebastián tanteó la lámpara de la mesita de noche, la presionó, y pronto la pared con el televisor se movió.
Benson miró a Sebastián y pensó para sí mismo: «¿Este tipo olvidó que las familias Yates y Leach no se llevan bien? ¿Realmente activó el mecanismo frente a mí?»
—Maestro, ¿no soy genial? Esto lo diseñé yo personalmente —presumió Sebastián ante Juliana.
Juliana miró la camisa floreada amarilla y los pantalones blancos de traje que Sebastián llevaba hoy, que lo hacían lucir elegante y noble, pero todo era arruinado por el broche de pavo real en su pecho.
—Aquí hay una escalera giratoria hacia el sótano, que conecta con el siguiente edificio —dijo Sebastián.
—¿No podríamos simplemente ir allí directamente? —lo miró Juliana sin palabras.