Juliana estaba en medio de su rutina de cuidado de la piel cuando escuchó la voz de Benson y lo ignoró.
Benson golpeó la puerta y la llamó de nuevo, pero siguió sin obtener respuesta.
Finalmente, la voz de Benson se volvió fría y dominante:
—Juliana, ¡no me hagas derribar la puerta!
Juliana terminó su rutina de cuidado de la piel, se acostó en la cama y dijo con calma:
—Puedes intentarlo.
Al escuchar sus palabras, Benson se desinfló inmediatamente.
Creía que si se atrevía a intentarlo, las consecuencias serían absolutamente terribles.
Juliana apagó las luces:
—Si no derribas la puerta, me voy a dormir.
La voz gélida de Benson de repente se suavizó:
—Sra. Leach, no puedo dormir y fácilmente tendré un ataque sin usted.
Eso era cierto.
A Benson le gustaba dormir con Juliana en sus brazos. Mientras ella estuviera cerca, podía dormir tranquilamente.
Juliana cerró los ojos: