En la habitación, la Abuela estaba reclinada en su silla con el rostro pálido, evidentemente irritada y recién recuperada del shock.
Y Suzanne, que había salido de la estación de policía en algún momento, estaba sentada al borde de la cama, llorando y limpiándose las lágrimas de los ojos.
La pierna de Jermaine aún no estaba curada. Estaba sentado en una silla de ruedas con cara malhumorada como si estuviera conteniendo su ira y estuviera a punto de estallar en cualquier momento.
Selene estaba acostada en la cama, con la cara amoratada. Su cuello no estaba cubierto por la manta y se podían ver marcas evidentes de chupetones.
Miraba fijamente al techo como si hubiera perdido el alma.
—Abuela, yo... —dijo Juliana con el ceño fruncido.
Antes de que Juliana pudiera terminar su frase, Jermaine agarró algo en su mano y lo arrojó.
Era un vaso.
Juliana lo miró y lo esquivó.
El vaso cayó al suelo y los pedazos se esparcieron por todas partes.