Cuando Juliana vio que Silvia seguía fingiendo ser orgullosa y le hablaba con arrogancia, solo pensó que esta chica era bastante linda.
Se rió entre dientes:
—¿Puedes ser presidenta de una empresa que cotiza en bolsa?
—Yo... —Silvia no podía hacer eso, pero aún así habló con la cabeza en alto—. ¡Puedo tocar el piano, bailar y cantar, y también sé artes marciales!
—dijo Silvia y agitó su pequeño puño para mostrar que era muy poderosa.
Juliana se humedeció los labios y se rió:
—No pareces muy inteligente así.
—¡Pero mi puño parece muy duro! —exclamó Silvia.
¿Por qué? ¡No había dicho nada malo!
Cuando se enojaba, golpeaba a la gente.
Juliana tomó el bolígrafo que estaba a su lado, luego dobló sus manos, lo frotó con un clic y lo partió por la mitad.
Juliana le sonrió a Silvia y le preguntó:
—¿Es más duro que esto?
—¡No, no es tan duro como tú! —respondió Silvia, atónita, sacudiendo la cabeza de manera débil y tonta.