Benson asintió, luego miró a Juliana y dijo:
—Pensé que no me dejarías ayudar.
Ella era Miranda, y podía resolver estos pequeños problemas sin su ayuda.
—¿Por qué piensas eso? —preguntó Juliana con duda.
—Porque eres genial —dijo Benson.
—Estoy abrumada. No tengo tanto tiempo para hacer todo yo misma. Además, ¿por qué no puedo usar a mi esposo? —dijo Juliana.
Ella no pensaba que fuera vergonzoso depender de los hombres.
Su idea era que podía confiar en ello con seguridad; Sin él, también podría vivir una vida extraordinaria.
Además, la dependencia de las mujeres podría satisfacer la autoestima y la psicología heroica de los hombres.
Tanto hombres como mujeres deberían tener un lado duro y suave.
Benson escuchó sus palabras, y su estado de ánimo estaba encantado.
—¡Tienes razón!
Juliana solo sintió que esas palabras parecían tener cierta ambigüedad tímida. Se sonrojó y murmuró:
—Hablemos de esto después de la cena.