—¡Señorita! Este vaso está vacío. ¿Le gustaría rellenarlo por mí?
Sylvia se dio la vuelta para mirar al invitado que la había llamado y vio que le estaba agitando un vaso de vino tinto en el aire. El hombre sentado frente a él también la estaba mirando.
Ambos hombres parecían de mediana edad pero vestían trajes finamente confeccionados y corbatas elegantes. Definitivamente parecían del tipo que estaban acostumbrados a ser servidos y atendidos.
Sylvia estaba confundida. Estaba segura de que ya les había servido. Solo había ido a atenderlos después de haber servido a todos los demás.
El hombre que la había llamado, el que agitaba el vaso, Gram, la miró con anticipación. —¿Qué estás esperando? ¡Ven aquí y rellénalo por mí! —le volvió a gritar.
A Sylvia no le gustaba su tono y especialmente la mirada en sus ojos, pero tampoco podía decirles que no frente a tanta gente ya que simplemente le pedían que los sirviera, que era lo que se suponía que debía hacer.