Después de sostener a la mujer en sus brazos por un rato, Mikel notó que su cuerpo estaba ligeramente flácido y cuando miró más de cerca, vio que ya se había quedado dormida.
Se rió suavemente y apartó los mechones plateados sueltos de su rostro. —¿Cómo puedes quedarte dormida tan fácilmente? ¿Y además estando de pie?
El sueño era algo que a menudo se le escapaba, por lo que estaba fascinado por su rostro inocente y pacífico mientras dormía.
La levantó suavemente y caminó hacia su cama para acostarla apropiadamente, cubriéndola con una manta y arropándola bien.
Vio que sus cejas estaban ligeramente arrugadas y fruncidas, lo que lo llevó a darle un pequeño beso entre los ojos.
Esto inesperadamente relajó sus cejas preocupadas e hizo que la mujer sonriera un poco. Mikel no pudo evitar mirarla con una expresión aturdida.