Una cita secreta Parte 4

Sin saber qué se apoderó de ella, Sylvia entró en la celda de la prisión, caminando directamente a través de los barrotes sólidos.

Se habría sorprendido de que realmente pudiera hacer algo así, pero estaba demasiado alterada en este momento para notarlo.

Cubriéndose la boca con las manos, extendió su mano para tocar al pequeño niño indefenso. Parecía tener solo unos pocos años.

¿Qué posible crimen podría haber cometido este niño? Incluso la inocencia y pureza en su rostro infantil aún no había desaparecido por completo.

Las lágrimas corrían por las mejillas de Sylvia mientras acariciaba las mejillas del pequeño niño.

Había una herida sangrienta atravesando sus tiernas mejillas que definitivamente dejaría una cicatriz por el resto de su vida, eso si alguna vez lograba salir vivo de esta prisión.

«¿Cómo puede esta gente ser tan cruel?», pensó Sylvia, sus hermosos ojos azules tornándose de un tono ámbar dorado oscuro.