—No soy una niña, su alteza —dijo Sylvia. Agarró la cuchara de las manos de Mikel pero lamió la miel de todos modos.
La pequeña gota de miel se derritió en su lengua y sabía tan bien que Sylvia sintió pequeños escalofríos por todo su cuerpo.
—¡Tan increíble! —chasqueó la lengua, pero luego cambió rápidamente su expresión para mantener su actuación.
—Cof... Cof... Ejem. Quiero decir que está bien —dijo Sylvia. Se tragó la sonrisa que amenazaba con salir.
Sin embargo, ¿cómo podría este pequeño detalle escapar a los ojos del diablo?
—Aquí... Pruébalo con el pastel, querida —dijo Mikel. Le pasó un pequeño plato, con una sutil sonrisa en sus labios.
—Hmph. Está bien —se burló Sylvia. No había terminado de provocar al hombre y estaba bastante decidida a llevar a cabo su actuación.