Frederick Akhekh salió de la biblioteca sumido profundamente en sus pensamientos. Sin embargo, su expresión se endureció repentinamente y aceleró el paso.
Poco después, la voz retumbante de un anciano resonó en el pasillo vacío.
—¿Fuiste a ver a mi nieta?
Los pasos del Rey se detuvieron y cuando se dio la vuelta, había vuelto a su ser arrogante y dominante.
—¿Hmm? ¿Acaso parezco su doncella? ¿Por qué me preguntas a mí? —se burló torciendo los labios.
—Mocoso. Deberías tratar mejor a esa niña. ¿Sabes qué fue lo primero que hizo al llegar al castillo?
—De nuevo... ¿por qué me importaría?
—¡Está estudiando! ¡Está estudiando, mocoso ingrato! Una niña tan buena. Deberías tratar mejor a una niña tan preciosa, maldito mocoso —el anciano resopló.
—¿Ah, en serio? —ladeó la cabeza y se rió con burla—. Yo no me apresuraría tanto a sacar conclusiones. Tal vez solo está actuando para ti. Su madre era buena en eso después de todo.