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—¿Qué quieres decir con eso, señor Roman? —el rostro de Sylvia enrojeció y se puso inmediatamente a la defensiva, ya que por dentro estaba abrumada por sentimientos de culpa.
Quizás si le hubiera confesado antes al viejo patriarca sobre su afinidad astral, él nunca habría arriesgado su vida por ella.
Ni siquiera pensó que alguien pudiera amarla tanto como para hacer eso, especialmente porque apenas conocía a estas personas.
Pero ahora todo había sucedido ya y no había nada que pudiera hacer.
Incluso si quisiera ir a ese lugar peligroso por sí misma y arrebatar el tesoro de la gente del clan demoníaco, ¿cómo podría lograrlo cuando el poderoso patriarca había fallado?
Además, si no se hubiera marchado con prisas y si se hubiera ido después de prepararse minuciosamente, no habría fracasado.
Sylvia no pudo evitar sentirse responsable de todo lo que había sucedido.