Demonios

El aire se volvió denso con el olor a azufre y ceniza, una señal inequívoca de que la presencia demoníaca no era solo un pequeño grupo de asaltantes, sino un ataque organizado.

Los demonios, con sus formas retorcidas y auras malignas, parecían emerger de las propias sombras, inundando los terrenos del palacio con una velocidad y coordinación aterradoras.

El agarre de Roman sobre la mano de Sylvia se apretó por un momento antes de soltarla, dando un paso adelante para colocarse entre la princesa y la horda que se aproximaba. —Vuelve a tu habitación y atranca la puerta. Usa tu magia si es necesario. Los contendré aquí.

Sylvia negó con la cabeza, con expresión determinada. —No te dejaré enfrentarlos solo —sus manos comenzaron a brillar con energía potente, lista para desatar sus propios poderes formidables contra los invasores.