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Después de esa desastrosa reunión con su padre, Sylvia prácticamente permaneció dentro de su habitación durante las siguientes semanas. Apenas salía y tampoco hablaba mucho.
Aunque había perdido en esa sala del tribunal, y el Rey incluso le había pedido que nunca volviera a mencionar este tema, ella todavía no estaba cerca de renunciar a la idea. Ni por asomo.
El incidente dejó a Sylvia sintiéndose desanimada. Había estado tan segura de que su padre vería la lógica en su argumento y la apoyaría en su causa, pero él la había rechazado por completo.
A pesar de esto, Sylvia siguió determinada a perseguir su objetivo. Sabía que su padre estaba aferrado a sus costumbres y era poco probable que cambiara de opinión, pero eso no significaba que se rendiría sin luchar.
Durante las siguientes semanas, pasó incontables horas investigando, estrategizando y planificando su próximo movimiento.