—Por favor... No...
El joven estaba de pie sobre los cuerpos, sus fríos ojos negros mirando fijamente al soldado suplicante. La luz de la luna se filtraba a través del denso dosel arriba, proyectando sombras siniestras sobre el suelo empapado de sangre. El bosque estaba en silencio, el caos anterior de la batalla ahora reducido a los susurros del viento.
La expresión de Lucavion permaneció impasible, ilegible, mientras miraba al soldado tendido ante él. El hombre estaba herido, su armadura abollada y ensangrentada, su respiración entrecortada. El miedo y la desesperación estaban grabados en su rostro, sus manos temblando mientras se extendían en una súplica fútil por misericordia.
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