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En los días que siguieron, la vida de Lucavion se convirtió en un ciclo de entrenamiento implacable y combate brutal. El Bosque Sombrío, con todos sus peligros, servía tanto como su campo de pruebas como su maestro.
Se movía por el bosque como un fantasma, sus sentidos agudizados por la técnica del viento que finalmente había comenzado a dominar. Cada día, se aventuraba más profundo en el territorio de las criaturas más temibles del bosque, llevándose al límite en un esfuerzo por perfeccionar sus habilidades y hacerse más fuerte.
La primera bestia que encontró después de aquel afloramiento rocoso inicial era una criatura con piel tan dura como la piedra, perfectamente camuflada con su entorno.
Era un depredador al acecho en las sombras, esperando que una víctima desprevenida se acercara demasiado. Pero Lucavion no era una presa ordinaria. El viento le susurraba, guiando sus movimientos y revelando los peligros ocultos antes de que pudieran atacar.