—Bueno. Parece que no necesito esperar demasiado.
Cuando el joven dirigió su mirada en la dirección de donde había sido arrojada el hacha, vio al recién llegado emergiendo de las sombras de los árboles.
Un hombre de aspecto rudo con el pelo trenzado, su rostro curtido por innumerables batallas, avanzó con pasos pesados y seguros. Sus brazos musculosos estaban tatuados con intrincados diseños, y sus ojos brillaban con una intensidad feroz y animal.
¡PITU!
Escupió al suelo, el sonido resonó agudo en el claro por lo demás silencioso.
Los labios del hombre se curvaron en una mueca mientras fijaba su mirada en el joven espadachín.
—¿Me estabas buscando, muchacho? —gruñó, su voz espesa con un acento que sugería raíces norteñas.
El joven sonrió, inclinando ligeramente la cabeza, intrigado.
—¿Eres Loren, entonces? —Su voz era tranquila, sin ninguna de la arrogancia o bravuconería que el otro hombre exhibía.