Me niego

—¡Pero me niego!

Los ojos de Zerah se agrandaron, su mente apenas procesando lo que acababa de oír. Pero me niego. Las palabras resonaron en sus oídos, con una finalidad que destrozó la cómoda ilusión que brevemente se había permitido albergar.

Se giró lentamente para mirarlo, los últimos rastros de su admiración reemplazados por pura incredulidad. Seguramente, esto tenía que ser una broma. Lucavion no podía estar hablando en serio, no después de todo lo que acababa de decir. No después de insinuar que entendía las ventajas, las oportunidades que ella le estaba ofreciendo.

—¿Qué? —logró decir, su voz atrapada entre la incredulidad y el shock.

Pero cuando su mirada se encontró con la de él, toda esperanza de que estuviera bromeando se desvaneció. Su rostro no mostraba ninguna de las travesuras despreocupadas que solía tener; en cambio, su expresión era mortalmente seria, sus ojos brillando con una diversión fría que rayaba en la crueldad.