Lucavion entró completamente en la arena, la ola de ruido cayendo sobre él, una mezcla de vítores, jadeos y los murmullos bajos de aquellos que esperaban ansiosamente el enfrentamiento. Era muy consciente de que su pelea había llamado la atención, quizás uno de los combates más esperados de esta ronda. La anticipación de la multitud era algo vivo, zumbando y crepitando en el aire a su alrededor, pero su concentración permaneció inquebrantable.
Su mirada se agudizó cuando su oponente emergió de la puerta opuesta. Una joven mujer, envuelta en las inconfundibles túnicas azules de la Secta Cielos Nublados, entró en la arena con una gracia deliberada y serena. Su cabello estaba recogido firmemente, acentuando su expresión aguda y concentrada.
Un tenue aura de luz azul helada la rodeaba, sugiriendo su habilidad con el maná de agua o hielo, los elementos preferidos de su secta.
«En efecto, para que alguien pueda avanzar hasta los 32 mejores, su fuerza ciertamente no es una broma».