Los movimientos de Lucavion se ralentizaron, su estoc sostenido casualmente a su lado, como si incluso el esfuerzo de mantenerlo levantado fuera innecesario. Miró a Lira, que estaba temblando, su espada vibrando en su agarre mientras los efectos de la píldora prohibida comenzaban a roer su cuerpo. Luego, con una calma inquietante, dirigió su mirada a la multitud.
—Díganme algo —dijo Lucavion, su voz cortando a través de la arena como una hoja, amplificada no por magia sino por pura convicción—. ¿Cómo es que la Secta Cielos Nublados siempre parece producir tantos discípulos de 3 y 4 estrellas?
La multitud murmuró, la pregunta flotando en el aire como una nube de tormenta.
—Y sin embargo —continuó, señalando perezosamente hacia Lira—, sus técnicas... carecen de refinamiento. Sus golpes carecen de propósito. Atacan como si la fuerza por sí sola fuera suficiente para ganar. ¿Cómo explican eso?