Halvath

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La ciudad de Halvath era una bestia viviente que respiraba, hecha de piedra y carne. Sus calles pulsaban con vida, desde el repiqueteo de los cascos sobre los adoquines hasta los gritos de los comerciantes pregonando mercancías en los bulliciosos mercados. El humo de las forjas de los herreros se mezclaba con el aroma de la carne asada y el pan recién horneado, creando un olor único de Halvath: una mezcla de industria, comercio y supervivencia.

Por las sinuosas calles caminaba un joven llamado Kaelen Drast, sus pasos firmes pero sin prisa. A los veinte años, era nuevo en el mundo del trabajo mercenario, su armadura aún conservaba el brillo pulido de lo nuevo, su espada atada a su costado en una posición demasiado perfecta, delatando su inexperiencia. Sin embargo, sus pasos llevaban determinación, un indicio del fuego que lo había impulsado a dejar su tranquila aldea y buscar fortuna entre los curtidos luchadores y espadas contratadas de Halvath.