Thornridge

El salón del gremio estaba más tranquilo por la noche, aunque todavía zumbaba con el murmullo apagado de mercenarios compartiendo bebidas, intercambiando historias y ocasionalmente mirando el tablón de trabajos. Las lámparas proyectaban un cálido resplandor sobre las vigas de madera, y el tenue aroma de cerveza derramada y humo persistía en el aire.

Kaelen estaba sentado en una pequeña mesa cerca de la pared, bebiendo a sorbos de una jarra medio vacía. Su frustración anterior se había convertido en una molestia latente, aunque el encuentro con el extraño cicatrizado aún persistía en su mente. «¿Quién era ese hombre y qué tipo de trabajo podría necesitar veinte mercenarios?», pensó. Suspiró, pasándose una mano por el pelo.