La boca de la demacrada quedó abierta, su incredulidad era evidente. Luchaba por formar palabras, su mirada saltando entre Lucavion y el tenue resplandor de su [Llama del Equinoccio] que aún persistía en la hoja.
—Tú... ¿lo mataste? —tartamudeó, con voz ronca e incrédula—. ¡No mientas! ¿Cómo podrías posiblemente...? ¡Era un guerrero 4-star en su máximo nivel! —Su voz se elevó, temblando de desesperación—. No es momento para bromas. No lo entiendes... ¡Vaelric era más monstruo que hombre! Si está muerto, no fue por alguien como tú.
Lucavion inclinó la cabeza, su expresión tranquila pero con un toque de diversión.
—Eso es todo un elogio a su fuerza, pero desafortunadamente para él, subestimó la mía. El cuerpo de Vaelric yace en pedazos varios pisos arriba.
Los labios de la mujer se separaron de nuevo como para discutir, pero no salieron palabras. Su mirada se fijó en el rostro juvenil de Lucavion, sus cejas frunciéndose en incredulidad.