¿Qué vas a hacer?

Sus pensamientos no carecían de cautela. Absorber maná de aquellos más fuertes que uno mismo era un acto peligroso, una apuesta de voluntad y resistencia. Pero mientras gane... los riesgos importan poco.

Lucavion alcanzó su cantimplora, colocada cuidadosamente sobre una piedra plana junto al borde del río, y tomó un sorbo medido. El ardor del alcohol se deslizó por su garganta, limpiando el sabor residual de sangre que aún persistía en el fondo de su lengua. Volvió su mirada hacia el campamento que había hecho antes—un modesto fuego crepitando suavemente bajo los árboles, su resplandor suavizado por la distancia.

Lucavion inclinó ligeramente la cantimplora, observando el líquido arremolinarse dentro antes de tomar otro sorbo lento. El alcohol mordió su lengua, agudo e implacable, aunque no llevaba el ardor que deseaba—sin calor acumulándose en su estómago, sin neblina mareante nublando sus sentidos.

Por supuesto que no. El alcohol común no tiene poder aquí.