La sombra envolvió el campo de batalla como una tormenta, sumergiendo el área en un inquietante crepúsculo. La forma masiva que se elevaba desde el mar proyectó su presencia opresiva sobre las plataformas, y un rugido escalofriante vibró en el aire, paralizando a todos los aventureros en su lugar.
Elara, aún desplomada en el suelo, apenas logró levantar la cabeza mientras un tentáculo colosal se arqueaba hacia arriba, su superficie brillante reflejando la tenue luz. Su respiración se entrecortó cuando el monstruoso apéndice descendió a una velocidad aterradora, dirigido directamente hacia su posición.
Intentó moverse, sus manos buscando débilmente su bastón, pero su cuerpo se negaba a obedecer. Sus reservas de maná estaban demasiado bajas, sus extremidades demasiado pesadas. La realización la golpeó como hielo en sus venas: no podía escapar.