Tienes suerte de que estuviera aquí

Los pensamientos de Aeliana giraban en una tormenta de inquietud y desafío, sus ojos entrecerrados hacia Luca mientras él se reclinaba. Pero antes de que pudiera formular una réplica adecuada, el aire cambió a su alrededor.

¡Swoosh!

Una repentina ráfaga de viento atravesó la caverna, trayendo consigo un frío desconocido. Las llamas vacilantes temblaron, las sombras bailando salvajemente a lo largo de las paredes irregulares.

—Oh... —La voz de Luca era baja, su tono tranquilo pero impregnado de aguda conciencia. Su sonrisa burlona se desvaneció, reemplazada por una expresión de concentración silenciosa—. Tenemos compañía, al parecer.

Aeliana se tensó, su mirada dirigiéndose rápidamente hacia la entrada de la caverna. El suave y distante susurro de movimiento llegó a sus oídos, apenas perceptible pero inconfundible en la quietud.

Luca se levantó con fluidez, sus movimientos elegantes y deliberados mientras alcanzaba su arma. La miró brevemente, sus ojos oscuros firmes.