¿Qué sabes tú?

Aeliana se congeló a mitad de un sorbo, sus ojos ámbar mirando a Luca por encima del borde de la taza. Él estaba recostado sobre sus manos, su sonrisa burlona tan persistentemente irritante como siempre, aunque había una chispa de curiosidad en sus ojos oscuros.

—Ahora —dijo de nuevo, su tono casual pero directo—. ¿Cuándo vas a decirme tu nombre?

Ella bajó la taza lentamente, sus dedos apretándose alrededor de la cálida cerámica mientras lo estudiaba con cautela.

—¿Por qué importa? —preguntó, con voz defensiva.

—Bueno —comenzó Luca, su sonrisa burlona ampliándose—, ya sabes mi nombre —Luca— y a juzgar por el hecho de que has estado observándome todo este tiempo, probablemente sabes mucho más sobre mí que eso. —Inclinó la cabeza, su mirada aguda y conocedora—. Mientras tanto, yo ni siquiera sé tu nombre.

Aeliana se tensó, su agarre en la taza apretándose.

—No te estaba observando —murmuró, aunque el calor que subía por su cuello traicionaba su vergüenza.